La enfermedad de Alzheimer es una de las demencias que se dan con mayor prevalencia entre la población mayor de 65 años. Aunque mayoritariamente la sintomatología más popularmente conocida es el deterioro cognitivo, es inevitable el decremento físico y funcional que se presenta a medida que avanza la enfermedad.
Desde la fisioterapia, se pueden trabajar distintas áreas que ayuden tanto de forma directa al paciente a conservar mayor calidad de vida a nivel físico, como indirecta a cuidadores y allegados facilitándoles las tareas relacionadas con el paciente, con la prevención de molestias y lesiones musculoesqueléticas frecuentes entre ellos.
Son diversos los ejercicios de fisioterapia de los que se pueden obtener beneficio para hacer frente a los efectos derivados de esta patologia, entre los que podemos encontrar con frecuencia actividades basadas en la bipedestación, sedestación, subida/bajada de escaleras o el paseo.
Entre las principales prioridades del uso de este tipo de ejercicios se hallan la mejora a nivel postural, prevención y/o reducción de caídas, mantenimiento de la forma física y de la competencia cardiovascular, asesoramiento o estrategias de autoprotección para cuidadores, potenciación de las capacidades residuales y retraso del deterioro, así como abordaje de otros problemas clínicos a nivel físico producto de enfermedades crónicas que puedan interferir en el desarrollo de la vida diaria.
Sea cual sea el objetivo de la intervención, la realización de este tipo de actividad ha de ajustarse al estado en el que se encuentra el paciente, siempre teniendo en cuenta los antecedentes y condiciones de salud previas a la aparición de la enfermedad.