Cuando hablamos de esclerodermia hacemos referencia a un tipo de enfermedad autoinmune, que puede manifestarse a nivel solamente cutáneo ( de la piel), lo cual se denomina esclerodermia localizada, o afectar también a órganos internos, a lo cual se denomina subtipo sistémico.
Se trata de una patología de baja prevalencia, es decir, que el número de casos afectados en la población es relativamente bajo, por lo que es considerada una de las denominadas “ enfermedades raras”. Suele darse con mayor frecuencia entre mujeres y en la franja de edad de los 30 a 50 años .
¿ Cuáles son los principales síntomas de la esclerodermia?
Por lo general las personas que la padecen suelen manifestar sensación de cansancio, dolor articular, pudéndose observar pérdida de fuerza y de peso. Además también son frecuentes manifestaciones en la piel ( arañas vasculares, cambios en pigmentación, endurecimiento de la piel…) y el fenómeno de Raynaud ( cambio de coloración de la piel de las manos y pies debido a la temperatura o el estrés, el cual puede ir acompañado de hinchazón o lesiones cutáneas). En referencia a los órganos internos, pueden presentarse síntomas pulmonares ( como fibrosis o hipertensión ), del aparato digestivo ( estreñimiento, diarrea, problemas de deglución…) en el sistema circulatorio ( dándose casos de taquicardias, arritmias, derrames y fibrosis entre otros) y renal ( pudiendo ser causa de hipertensión arterial).
Además, al tratarse de una enfermedad donde se alteran funciones del sistema inmunitario, es frecuente que se presenten alteraciones de la salud como son infecciones y que las limitaciones o sintomatología asociada a la enfermedad puedan tener repercusiones a nivel psicosocial.
Desde la fisioterapia, algunas de los tratamientos que pueden favorecer a las personas que presentan esclerodermia son las movilizaciones asistidas, la hidroterapia, masajes, estiramientos y ejercicios respiratorios, así como el asesoramiento para la realización de actividad física.